BAJO LA CHAMPA

Bajo la champa nos miramos, nos encontramos.
Bajo la champita, esa champa de media noche.
Caprichoso paso. Se detuvo el tiempo.
Te miré.

Me miraste.

Bajo la champa, esa champa de dos extraños.
Bajo la champita, esa champa de despedida.
Caprichoso tiempo. Se aceleró.
Te besé.
Me besaste.

Después, al final,

al principio,


eleve la mano y dije adiós.
Te miré.
Me miraste.

NARIZ DE PAYASO

Cuando camino me miran, lo hacen porque soy un poco raro, tengo algo que me hace especial y me aparta de la normalidad. Cuando entro en un lugar, la gente que lo ocupa me observa con incredulidad, creen que me he equivocado de espacio.

Tengo una nariz de payaso.

Tengo una nariz de payaso
tengo una lagrima oculta
tengo una flor que chorrea
tengo una luz que ilumina
tengo dos zapatones, uno más grande que otro
tengo un traje de mil colores.

Soy un payaso. Oculto a un poeta.

Soy un poeta. Oculto mi risa.

OASIS CALLEJERO

Melancólicas bocanadas de felicidad transmite el hombre que con sombrero y vestido de riguroso negro, logra hacer recordar el ayer, sentir el hoy y, quizás, poder intuir el futuro. Su vida transcurre a ritmo de Bossa Nova, tranquila pero de una manera fluída, sin sobresaltos. La moderación puede sentirse, se puede tocar la calma del ambiente creado por su presencia. Plazas y soportales son su morada, su auditorio. Su guitarra es su altavoz hacia la vida, su arma de rebelde enamorado, la letra sin palabras de su balada más embaucadora.


Jazz es su apellido, Blues su apodo y las escalinatas, las bancadas de sus acérrimos seguidores, que entre sus obras maestras volverán a convertirse en transeúntes de calles y avenidas plagadas de prisa. Quien se detenga para darle una tregua a la presión de vivir, jamás podrá poder evitar que sus itinerarios pasen por ese rincón que rezuma vivencias, que respira agradecido eco, que sobrevive a la invasión del tiempo, a la velocidad de vivir. Renuncia a las salas de fiesta y nos ofrece un rato de carpe diem, un pedazo de vida dentro de su oasis callejero.


Gracias a todos los artistas callejeros por hacernos la vida un poco menos intensa y más grata.

LOS PECADOS DEL TIEMPO

Gritos. Muchos gritos y golpes contra las paredes de este texto. Lloran mis nudillos con lágrimas de sangre, escupen rabia y la plasman en el frontis. Mis ojos, hoy, son cubetas de salina tristeza, pierden el brillo que en otro día proclamaban la autenticidad de muestras vidas y pregonan la soledad del abandonado. Grito y vuelvo a gritar contra el mundo, contra la soledad, las lágrimas, el martirio de la vuelta a casa en soledad. Pataleo contra un suelo que nunca me ha dejado elevarme más allá de mi realidad, solo me ha permitido observar mis sueños, mis anhelos, ha destrozado misAmbiciones y ha llamado por su nombre de pila a mi dolor. Puta vida ¿Quieres llevarme a donde no quiero ir? No sabré nunca dónde desembocan las penurias de las vidas, no conoceré por qué los pecados del tiempo pasan factura a las personas. Castigo, eso es el tiempo, un cruel castigo. Ayer era uno, hoy soy otro. Cuando me acosté en mi cama, me pregunté ¿Y mañana Qué? Y al despertar, desnudo como nunca, me he acercado al mundo desde mi ojo de vidrio, y me cuestiono ¿Y hoy Qué?

UNA ROSA EN EL ARMARIO


Una vez pude ver a un hombre que, sentado en un banco, miraba una flor. No dejaba de observarla, de apreciar su naturaleza.
Cierto día me sorprendí al cruzarme con un hombre, que mientras caminaba, contemplaba el cielo. No cesaba de hacerlo. Lo miraba.
Me encontré, no hace mucho, con dos hombres, uno que observaba una flor y otro que caminaba mirando al cielo. Uno le dijo al otro, "por qué miras una flor, si las nubes parecen de algodón", y el otro hombre contestó que el cielo no le interesaba, que las flores, que estaban insertas en la tierra, eran el reflejo de nuestra vida, que crecían y maduraban con el tiempo hasta marchitarse, además añadió "por qué mirar el cielo si las flores tienen más colores".
Otro hombre que pasaba por su lado y escuchó la discusión, les propuso una experiencia, para que ambos supiesen el por qué de la actitud del otro, deberían pasarse un día observando a la inversa. Uno a la flor y otro al cielo.
El hombre que antes miraba al cielo, decidió cortar la flor y colgarla de un armario, de esta manera tendrá más duración, dijo.
Y el hombre que contemplaba la flor, tomó la decisión de sentarse en el mismo banco y observar el cielo. Si las nubes ya se mueven por qué hacerlo yo, se decía el mismo.
Al día siguiente, los hombres se volvieron a encontrar y ambos tenían una cara de desilusión por su experiencia. El hombre que antes miraba el cielo, traía consigo la flor, boca abajo y media marchita, con un color negruzco. "La colgué en un armario y su muerte se aceleró". Y el Hombre que antes observaba una flor, con mala cara y tono triste en su voz dijo, "me senté a mirar al cielo y solo vi pasar nubes, pero nada más".
El hombre que realizó la propuesta, que también había aparecido para conocer el resultado, al escuchar las experiencias de ambos dijo, " las flores y las nubes en el cielo son como la vida, tienen su propia dinámica, un movimiento que hace que sean lo que son y que permite que las podamos disfrutar. Al igual que si cortamos y encerramos una flor se marchita, la vida se hace mas corta e infeliz. Y al igual que si observamos impasibles las nubes que pasan por el cielo y no pensamos en las formas que nos ofrecen o hacia donde se dirigen, la vida nos pasará por delante de nuestros ojos sin que podamos disfrutarla".
Después de esta reflexión los hombres decidieron que desde ese momento, caminarían contemplando el cielo y sus nubes en movimiento y admirando en su estado natural las flores que se encontraran en su camino. De esta forma sus vidas serían la sana conjunción entre el movimiento y el desarrollo.